Let it be

Macarni es una parra exuberante de tronco fuerte y anudado, orientada hacia poniente, bajo la que suelo escribir al caer la tarde. Juro que, al arrullo de su fronda, en esos momentos íntimos en que el sol moribundo y la brisa se confunden, soy capaz de escuchar su voz discutiéndome la posición de aquella palabra, el uso de ese otro adjetivo perezoso o el tono de este diálogo, que no ha quedado tan natural como a ella le gustaría. En fin, que la parra Macarni —soy de los que tiende a ponerle nombre a todo lo que forma parte de su vida— ha crecido mucho este verano, como si se hubiera acostumbrado a mi presencia y la agradeciera ofreciéndome una sombra más densa y fresca. Cuando me atasco dándole a la tecla, me levanto e intento guiar sus ramas hacia donde creo que me conviene. Me digo que algo habré conseguido, ya se sabe lo ansiosos que están los brotes tiernos de agarrarse a sus hermanas mayores, las ramas ya leñosas que decidieron su camino hace tiempo. Sin embargo, cuanto más me alejo de ella para ganar perspectiva, más obvio me parece que Macarni crece hacia donde se le antoja. Así que cada día muevo la silla y la mesa un palmo más hacia ese lugar tan distinto al que yo había previsto para mi ratito de escritura. Y juro que, mientras lo hago, Macarni se inclina y me susurra al oído “When I find myself in times of trouble…”

(Publicado en Diario Jaén,

19/08/2022)

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